Pasan por nuestro lado amaneceres
y no miramos.
No saltamos de alegría
cuando abrazamos la tierra,
no miramos a los ojos
a todo lo creado,
no nos mueve el corazón
la luz sagrada,
no levantamos el vuelo
de los deseos
ni nos dejamos la piel
en cada beso.
No levantamos las manos
para dar gracias,
no retomamos la marcha
por las mañanas,
ni saludamos los campos,
ni acariciamos colores,
ni bendecimos la lluvia,
ni adoramos el aire.
No removemos los cielos
para encontrarte.
Contactos fugaces,
visitas inesperadas,
minúsculas faenas,
atraviesan nuestra jornada.
En qué momento
de la creación de los universos
se programaron
tantos detalles,
tantos avisos,
tantos encuentros.
No le damos importancia
a la sonrisa,
a la palabra dichosa,
a la presencia divina.
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