Hubo un tiempo que yo vivía
separado del resto del universo,
que no tenía hermanos,
familia ni vida,
era isla.
Mis ojos eran de piedra,
mis piernas eran de fango,
mis espacios no conocían la luz
y tampoco las tinieblas
que la acompañan,
mi cuerpo era mortal.
Yo no sabía
que no existen las partes,
que todo es un mismo océano,
un cuerpo infinito y único,
y nada tiene final.
Yo no entendía
que no hay muertes,
lo que ha sido creado
no puede perder su ser,
la flor sigue siendo flor
cuando se ha marchitado.
Porque lo que es belleza
no cambia ni pierde,
el corazón sigue vivo
cuando mi carne se muere.
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