Árbol que me amas
y extiendes tus
ramas,
en un gesto de paz y
armonía,
árbol que me miras,
yo percibo tu
esencia,
tu luz y tus hojas
caídas,
y me sirves de
ejemplo,
te miro y me miras.
Tú no puedes morir
porque de tus cenizas
brotará más vida
y de tus semillas
saldrá un árbol joven,
con hojas suaves y
tiernas,
que no saben de
ciclos de vida y de muerte,
y confían.
Tus hojas marchitas
me hablan
de tiempo y
cansancio,
tormentas y penas,
también de esperar
primaveras
que curan y besan.
Tú piensas que yo soy
distinta,
yo sé que tú rezas
igual que yo rezo,
yo sé que tú sueñas
en mi mismo sueño,
también sus suspiros
los recoge el viento,
y miras al cielo.
Yo acaricio tus hojas
cansadas,
tú acaricias mi
marchita mano,
y ocurre el milagro
del encuentro
de dos seres creados.
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