Nada
más se abre la mañana,
yo
dialogo con Dios
y pelo
patatas,
busco
el infinito
entre
los platos y las sartenes,
y mis
batallas más profundas
se
entremezclan con las fregonas,
con
las verduras y con las dudas.
Me
gusta sacar a Dios
de los
espacios marcados
y los
tiempos sosegados,
donde
lo había encerrado.
Mi
vida está igual de llena
en
estresantes horarios,
en
miserias y faenas,
en
rutinas y cansancio.
Sé que
todas mis células
son
espacios sagrados,
y yo
camino con ellas
en lo
bueno y en lo malo.
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