Te doy mi fe y mi paz,
te doy mi ser todo entero,
juntos mi cuerpo y el tuyo,
te acompaño en tu camino
para allanarte el terreno
y que te sientas querido.
Te doy mi luz que no es mía,
es de mi yo más sagrado
y sirve para mirar
lo que no se ve con ojos
y para tocar sin manos,
y para escuchar la voz
que te llama a vivir en sus
espacios.
Te doy toda mi energía
y mis besos y sonrisas,
quiero que no estés caído,
quiero secarte las lágrimas,
que caminemos los dos
como una sola alma.
Te doy mi persona entera,
porque si no te la entrego
todo se convierte en nada,
y me pierdo en los proyectos
y en las palabras.
No te pongo condiciones,
no te juzgo ni te aplasto,
nunca busco aprovecharme
de mi universo ni de los humanos.
Solo quiero ser la alfombra
que te impulsa a dar los pasos,
y cuando me necesites
que me encuentres a tu lado,
pues somos hijos de lo infinito,
somos tierra prometida y buena,
y tenemos un hogar
construido con abrazos
y con siglos de esperanza
y un corazón tan grande como el
océano.
Por eso toma mi fuerza y mi fe,
cuenta conmigo,
úsame,
pues tú eres mi Dios y mi hermano.
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