Nadie comprende mi calma,
ni mi silencio,
ni el alcance de mi palabra.
Nadie ve en mi soledad
más que desgracia.
Nadie ve el coro de dioses
que me acompaña,
haga lo que haga,
ni las musas que por los rincones
se me declaran,
ni la alegría que me recorre
y se ramifica
en mi tierra amada.
Nadie sabe que soy hermana
de toda criatura nacida,
tenemos el mismo techo
y la misma casa.
Y que soy madre
de tantos seres errantes
de tantos hijos sin patria,
que buscan sentirse vivos
en la distancia.
Nadie ve que no camino,
que me he quedado rezagada
observando brotes tiernos
y aguas cristalinas
que a mi lado pasan,
contemplando el nuevo sol,
la nueva luz de la mañana.
Que me he quedado preñada
tan solo escuchando el agua,
y mi parto es dulce y grande
pues solo alumbro esperanza.
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