Quiero plantar en mis manos
la semilla de la paz,
para que eche sus raíces entre mis
brazos,
sobre mis hombros, en mi regazo.
Y abonarla con la ternura de mis
entrañas
y dejarla madurar en alegre soledad.
Yo regaré los nuevos brotes
que crecen y viven en mi persona,
y seré su sabia jardinera,
su más fiel compañera y servidora,
su amante más ardiente,
su humilde defensora.
Quiero sembrar mi suelo con tus
palabras
y recolectar encuentros,
consejos y enseñanzas
y entretejer mi vida
con perlas de esperanza.
Quiero hacer un pacto con la calma
y con la luz
que hunde sus reflejos en mis aguas.
Y caminar a la vez con piernas
y con alas.
En todos los senderos
me siento acompañada
por las flores que brotan,
por las sonrisas que abren rejas y
ventanas,
y por los corazones que rompen los
barrotes
tan solo con su mirada.
Quiero tener autoridad
para convocar lo mejor de mi persona
y a la luz de mis estrellas,
defender a toda la tierra.
Abrir ríos para las lágrimas,
quitar compuertas,
curar heridas abiertas,
sanar a los que están tristes,
contagiar mi luz y mi fuerza,
anular todas las injusticias
con mi calor y con mi presencia.
Entonaré una canción atrevida y asombrada
que cruce los mares y las montañas
más altas,
llegaré a la otra orilla de mis
deseos
y crearé lugares y paisajes nuevos.
El rescoldo de un amor me ha
transformado,
ya no quiero medianías ni sobras
ahora soy poderosa,
la esencia de la vida está a mi
servicio
y yo hablo de tú a tú con el
infinito.
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