Existe un Dios que está enamorado de mí,
viene a mi puerta por las mañanas
y me trae el regalo de su presencia,
de su sonrisa y de su mirada.
A él le gusta coger mi mano,
tocar mi piel,
hablarme claro.
Y me persigue por las esquinas,
y me ataja y me sorprende,
inventa mil formas
para decirme que él me quiere.
Me lleva dentro,
me mira hondo,
se pone tierno,
me tiende lazos,
envía personas
que me acaricien y den abrazos.
Tiene en sus manos mi corazón,
nunca se cansa de hablar conmigo
y pinta las flores que aparecen en mi
balcón.
Yo le contemplo
y me sonrío.
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