Qué suerte que Dios ha muerto
y queda el misterio.
El misterio de rendirme,
contemplar
y confesar que yo no entiendo.
Qué suerte que hay una danza
en el universo,
y que yo bailo
a la par de las estrellas,
de los planetas
y de los cielos.
Qué suerte que soy un gran mago
y cambio a Dios en árbol,
en aroma y en color,
en fuerza y en hermano,
y la creación la cambio
en cadena de milagros.
Qué suerte que todo permanece
y no existe tiempo,
ni pasado ni futuro,
solo un ahora eterno,
solo
este
momento.
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