Me gustaría sorprender al mismo
Dios
con mi alabanza,
para que esté feliz
y entre mis cuatro paredes
se sienta en casa,
y para ofrecerle un ramo
de noches estrelladas,
escondido entre mis palabras.
Me gustaría sujetar el mundo nuevo
sobre mis palmas
y entre las luces del universo
buscar los ojos del que me ama.
Quisiera que mis gritos fueran de
aire
y se fundieran en un susurro
con los sonidos de otros vientos
y con las brisas ligeras y con los
truenos,
que mis lágrimas fueran hermanas
de los océanos y de sus aguas,
y mis huesos compartieran la misma
esencia
de las estrellas,
y que lo más grande que me pasara
me sucediera en lo más hondo,
en la conciencia de mi tiniebla.
Me gustaría conmemorar con bellos
cantos
que hoy es el día de mi victoria
sobre mí misma,
y al mismo tiempo es el día de mi
derrota
y de mi llanto y de mi pena más
honda.
Todos mis mundos se complementan,
me pertenecen,
todos me hacen falta para seguir
caminando
y para no perderme,
ni perderte.
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