Me atrae la calma,
el misterio del universo
y la ternura de las miradas.
Y las personas que viven fácil,
y en lo más hondo de sus desgracias
sueñan caminos de esperanza.
Me atrae lo bueno y lo sencillo,
que los agobios y las durezas,
y los disgustos innecesarios
ya están muy vistos.
Me atrae el perfume
de la belleza del corazón
y las sendas que me han abierto
los hombres sabios,
y que me indican la dirección.
Son como postes indicadores,
que van diciendo:
sigue el camino,
sigue el camino que hemos trazado,
no te desvíes ni desesperes,
todos tus pasos son necesarios.
Me atrae encerrarme en una oración
y convertirla en casa dichosa,
y allí quedarme a contemplar
lo que sucede por mi persona.
Que mi trabajo y mi descanso,
que lo que escribo y mis anhelos
sean rezar.
Me atrae la magia de un nuevo día
y un nuevo cielo por explorar,
y las sorpresas que se suceden
y los secretos que se desvelan,
cuando se agotan las exigencias.
Me he empeñado en amar la vida
y vivir despierta.
Me atrae el viaje hacia el
infinito,
buscar testigos de una presencia,
seguir la huella de lo divino.
Llevo la esencia de un ser sagrado,
que hace su ruta
y planta su tienda entre los hombres.
Siento la paz que se me apodera,
me atrae la voz
que dice mi nombre.
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