Yo he venido a trabajar para Dios,
no lo sabía,
lo descubrí una mañana,
de luz muy clara,
en la que me dijiste sin palabras
que me querías.
Lo supe cuando me vi
plantada a la orilla de un gran rio de vida
y me sentí hermana del paisaje,
dueña de todos los colores,
llena de savia y de risa.
Lo comprobé cuando me enviaste
tantos mensajeros
con sus mensajes de amor y de bienvenida,
y me esperaste con tanta paciencia
en mi misma orilla.
Lo adiviné al sentirme amada
y ver que tú nunca te cansabas,
que ibas siempre delante
y al lado y dentro,
refrescando mis desiertos.
Lo noté en las ganas
de agua y luz
que yo misma sentía,
y en que toda la creación
era un cálido reflejo
de mi vida.
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