Sin saber por qué he
nacido,
me gusta definir
hasta el aire que
respiro.
Y me tranquilizo
cuando me cuadran los
nombres
y averiguo el sentido,
porque me siento
señora y dueña
de todo lo vivido.
Ignorando,
exactamente,
si muero o vivo,
si sufro o río,
o si hay camino.
Sin saber dónde está
la fuente
de la belleza,
y de la armonía que
me armoniza,
y de mi energía.
Ni cuál es el motivo
de mi desdicha
y de mi alegría,
ni cuándo me pongo en
marcha
o estoy en pausa.
Sin poder guardar
silencio,
para escuchar las
voces
que llevo dentro.
En el centro de mi
más profunda ignorancia,
de mi diario no saber,
consciente, más que
nunca,
de que no sé,
te espero cada día,
por favor, ven.
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