Por qué tengo que poner nombre
a mi Creador,
por qué no digo Misterio
cuando quiero decir Dios.
Por qué tengo que lanzar piedras
al horizonte infinito
y cubrir con capas de cemento
el aire que siempre es limpio,
y aprisionar, en frases ajustadas,
lo que no tiene forma conocida
y nunca ha nacido.
Por qué tengo que poner
muros en el agua,
ni meta a mi camino,
y encerrar mis deseos
bajo llave,
si tengo mis puertas abiertas
e inicio mi aventura
en cada instante.
Por qué no entrelazar mis manos
con las de la vida
y dejarme conducir,
bajo el sol de la confianza,
pisando sendas tranquilas.
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