Por los
asuntos pequeños,
por las
cosas insignificantes
que me
suceden,
por todas
las nimiedades
que no van a
ninguna parte
y que me
llenan los días
y que me
acercan la paz,
te doy gracias.
Por todas
las casualidades
que me
llevan y me traen,
por los
recuerdos y por las fotos
en las que
sigues mirándome,
por las
palabras que me nacen
me transforman
y me atraen,
y por todas
esas cosas
que no van a
ninguna parte.
Gracias mil
por mis tropiezos
y por no
creerme nadie
por reírme
de mí en mi misma cara
y por
equivocarme
y
rectificarme
y volver a
equivocarme.
Gracias por
todas las arruguitas
que me van
conquistando,
y por mi
andar mareado,
por mi
espalda cansada
por mi
torpeza,
por mis
ojeras,
por mi
desgana.
Por mis
amigos bondadosos y sabios
y por mis
pacientes hijos,
perlas divinas
en mi destino.
Gracias
porque teniendo los ojos puestos
en lo efímero
y pequeño,
me alcanza
lo más sagrado
en mi pobre
espacio,
en mi mismo
centro.
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